PRENSA EL SUEÑO DE LA BESTIA

CARRO DE BACO DESENCADENA A SU BESTIA

La compañía colomense estrena su obra más terrorífica, ‘El Sueño de la Bestia’, con salas llenas y gira en el horizonte.

Un par de mesas, un cuadro, una cama deshecha -como recién usada para fines indecibles- con una hermosa chica semidesnuda acostada y un candelabro que da luz al ambiente tétrico y tenebroso de una oscuridad pura que lleva a la mente a pensar en lo peor de lo peor. Una lúgubre austeridad que lejos de menguar la capacidad imaginativa del espectador, la incentiva hasta hacerle partícipe del escenario a través de todos los sentidos que racionalmente pueden llegar a usarse en un teatro: además de ver y oír, me pareció hasta oler y mascar la esencia kafkiana; en alguna ocasión hasta llegué a casi tocar a los actores, todos ellos por cierto colomenses, pues la distancia con ellos era, a mucho decir, de un par de metros. Esa es la carta de presentación de la nueva obra de Carro de Baco,El Sueño de la Bestia, creada por el director de la escuela teatral, Germán Madrid, y dirigida por Antonia Castillo.

Germán Madrid: “Hemos trabajado más a fondo el terror psicológico y la atmósfera angustiante. Hemos despojado, también, a la pieza de ese humor negro que habíamos imprimido en nuestras anteriores obras. El resultado es una obra más perturbadora que transita en el terreno de lo onírico”

El Sueño de la Bestia se presenta al público como “la obra más terrorífica del momento”. Al leer eso uno imagina que, seguro, no es para tanto, y que posiblemente se trate de una exageración que supere la realidad. Y efectivamente se trata una exageración en el sentido de miedo exterior, el del susto o las reacciones externas propiamente entendidas, pero no en el del miedo interior: ciertamente aterra imaginar cómo las personas podemos llegar a sentirnos; más aún que todas podamos estremecernos con los mismos pensamientos. La obra profundiza extremadamente en las entrañas del ser humano, suponiendo así una muestra de algo más de una hora de las barbaridades que el hombre es capaz de hacer en la vida: “Hemos trabajado más a fondo el terror psicológico y la atmósfera angustiante. Hemos despojado, también, a la pieza de ese humor negro que habíamos imprimido en nuestras anteriores obras. El resultado es una obra más perturbadora que transita en el terreno de lo onírico”, asegura Germán Madrid.

La escenificación no se expone como garantía al espectador de que va a comprender una concreta historia con un principio y fin delimitados. Sin duda es una historia de nudo, con multitud de matices que dan vida al propio argumento; argumento que transcurre en un entorno arraigado a lo sexual y al deseo carnal desenfrenado: Carlos (el actor Germán Muñoz), un chico joven y apuesto, confiesa a Violeta (la actriz Aida Egea), una joven no menos bella, un gran secreto. Después de una noche de sexo encarnizado, la joven no espera que un chico que ha conocido la noche anterior le explique semejante atrocidad, así que su incredulidad inicial les lleva a ambos a protagonizar una lucha constante; una pugna que divaga entre la realidad y el fascinante mundo de los sueños y que anidará hasta la figura de una aparente médico (la actriz Paqui Ortega), panorama que juega con el espectador desconcertándolo y advirtiéndolo de que no todo es lo que parece: los locos a veces no están tan locos.

La obra tiene interesantísimas críticas implícitas, inteligentemente insertadas en el argumento por Germán Madrid, a la realidad que actualmente nos rodea. La banalización de la relación de pareja es una de ellas: los protagonistas se echan en cara en determinados momentos que no les importa lo que el otro sienta, porque “nos conocimos ayer, hemos pasado la noche follando a lo bestia, y no te voy a volver a ver en la vida”. Otro punto de interés es el de advertir al espectador de las diferentes formas de control al ciudadano, pues según la trama muchas de ellas escapan a los ojos de la multitud y se accionan sigilosa y alevosamente: los fármacos o las nuevas tecnologías instrumentalizadas por los teléfonos móviles se exponen como herramientas de control a las personas; como necesidades que nos autoimponemos y que sin darnos cuenta nos limitan la libertad de manera impensable.

Germán Madrid: “Los conflictos teatrales, como en la vida, se rigen por un modelo de prohibición y desobediencia. La fantasía puede dar luz, imprimir espontaneidad y dotar de creatividad al que entra en liza con el inexpugnable status quo. Santa Coloma tiene un poco de eso, por su historia, por sus características, bajo mi opinión y contra mi agrado, existe esa pugna sutil entre clases que la estratifica en niveles”

Además, el argumento otorga especial relevancia a las minorías, las enfatiza como clave para descubrir La Verdad, y se aleja del dogma de que si la mayoría piensa de una manera, es que tal manera debe ser la correcta: al concepto de autoridad, por ejemplo personificado en “la policía” o “el gobierno”, se le trata en todo momento como enemigo, como algo de lo que de alguna manera hay que huir para conseguir ser libre: “La fantasía es la chispa de la rebelión”, se lee en la presentación de la obra. Y a ello precisamente hace referencia Germán Madrid, relacionando también la esencia de su pensamiento con su vinculación con Santa Coloma: “Los conflictos teatrales, como en la vida, se rigen por un modelo de prohibición y desobediencia. La fantasía puede dar luz, imprimir espontaneidad y dotar de creatividad al que entra en liza con el inexpugnable status quo. Santa Coloma tiene un poco de eso, por su historia, por sus características, bajo mi opinión y contra mi agrado, existe esa pugna sutil entre clases que la estratifica en niveles”.

En cuanto al espacio escénico propiamente entendido como lugar para que los actores lleven a cabo la acción teatral, Carro de Baco supone una pequeña revolución que se adapta completamente a la obra. El aprovechamiento de la sala es total: los actores incluso frecuentan recovecos invisibles al inicio, que hacen del público un participante más en la historia. Se mueven a su lado, interactúan con él, e intentan sorprenderlo –y lo consiguen- con un comportamiento estridente y rocambolesco. Porque El Sueño de la Bestia es un grito en sí mismo. El gemido y la honda respiración es un deje constante e imparable, y la sensación de agobio, desorientación e incluso ahogo del espectador va en aumento. Y eso, en un espacio teatral como el de Carro de Baco, conlleva asistir a una experiencia única. Lo que en principio pudieran parecer inconvenientes, se convierten a lo largo de la obra en factores estupendos de un espectáculo con esencia familiar: que la sala (absolutamente llena) tenga capacidad para unas treinta personas pasa a ser un acicate para sentir lo mismo que el espectador de al lado: su risa, su miedo o sus ganas de aporrear lo primero que pille después de haber asistido a una concatenación de golpes que todavía retumba en mi cabeza y que recuerda al dadaísmo más recalcitrante.

El Sueño de la Bestia se estrenó en Santa Coloma los pasados 18, 19 y 20 de septiembre. El espectáculo, a precio de 10 € (con descuentos consultables en la web), seguirá en Carro de Baco los próximos 25 (a las 21 h.) y 27 (a las 19 h.) de septiembre, pero su autor ha desvelado que en diciembre comenzarán una gira en Canarias, ya que la obra es íntegramente producida por Carro de Baco: “Las obras nacen para conquistar mundo”, asegura Madrid.

Cuando se sale de Carro de Baco tras asistir aEl Sueño de la Bestia hay varias reflexiones evocadas teatralmente que a uno le atormentan. La primera, que los sudores de los actores, después de minutos vociferándose y maltratándose mutuamente, les van a ahorrar algunos días de gimnasio. La segunda, que las conspiraciones no tienen límites, y que el control extremo que se nos impone puede hacer en ocasiones de la vida una conspiración en sí misma. Y la tercera y última, que lo que vemos como aberrante en nuestro exterior, lo que nos parece desenfrenado y poco humano, con límites confusos con lo animal, en realidad nos aterra porque es lo que en algún momento u otro todos acabamos sintiendo por dentro, y estremece ser consciente de ello. Porque, al fin y al cabo, quien no sea una bestia que tire la primera piedra.

Manuel Arenas -La Guia Plus-

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